Capítulo 17: Gritos De Muerte


Los días iban pasando, y seguía allí atado mientras que la memoria perdía el sentido de la libertad, en un momento de lucidez pude recordar, una de las noches más bonitas de mi vida, acompañada de Leonor. Solo así pude recordar lo que ella decía cuando las cosas se ponían de mal en peor “aunque el cielo deje de brillar el Sol y la Luna se apoderé de los días, pasar tus últimos días junto a quién amas, es el mejor regalo de Dios”. ¿Qué habrían sido de ellos tras mi captura? ¿Seguirían luchando siendo los últimos humanos en la Tierra?

En el momento en que las luces de la jaula se habían apagado, y la luz de una pequeña rejilla iluminaba la lúgubre habitación, me permití llorar. Me sentía tan solo y tan indefenso, quería morir para no sufrir más.

-        ¡Sacadme de aquí!- grité miré hacia a la izquierda dónde estaba el otro preso, pero ni se movía, al ver sus ojos mirándome y que había dejado de respirar, me asusté y grité tan fuerte que quise apartarme…- ¡Está muerto! ¡Está muerto! ¡Socorro!- grité con todas mis pocas fuerzas.

Ni una mosca se escuchaba que viniese, así que me puse a llorar más fuerte, porque mi amigo había tenido la suerte de tener al menos libertad, estuviera dónde estuviera ya era libre, y ya no sufriría más.

Estando preso, se come horrible y se duerme lo menos posible, intenté de todo para no dormir, pues había pillado a la chica metiéndome mano aprovechando de mi poca valentía, aunque estar atado tampoco es que tenga muchas posibilidades de negociar. Volví a gritar para saber si vendría alguien a hacer algo con mi compañero, pero nada de nada, y la noche siguió en ese silencio que cortaba en dos las vidas y hacía añicos las esperanzas.

Me quedé dormido.

Me desperté de golpe cuando alguien me echó un barreño de agua helada encima, me habían movido y me encontraba a cuatro patas encima de una especie de potro, atado de nuevo de manos y pies. Miré hacia arriba y vi a la chica que supuestamente le pertenecía en estas tristes condiciones.

-        Has sido avisado de tú conducta y vas a ser castigado.- decía la chica con cara de mala leche.

-        ¿Qué? ¿De qué se me acusa si no he dicho nada?- me defendí.

-        Has infringido la segunda norma fundamental de mis trofeos.- dijo la chica.

-        ¿Qué normas? ¿De qué hablas?- dije estaba asustado.

-        Mis trofeos deben permanecer en silencio.- informó ella.

Me iban a castigar por gritar ayuda para mi compañero que había muerto de esas formas tan horribles.

-        Vas a recibir latigazos durante una hora al día hasta cumplir tres días, y si gritas duplicaré el castigo.- amenazó.

Vi hacia un lado y vi a una mantis religiosa gigante que a su derecha había un Ser también alto que en sus manos llevaba un látigo, él sonreía bajo la máscara de cuero que llevaba para que no le reconociesen, se le veía fuerte por los músculos bien desarrollados, nada más verlo sentía dolor por toda mi espalda.

Entonces ella se acercó para susurrarme al oído.

-        Se te va a quedar un culo…- dijo ella y sonrío con malicia y deseo.

Canalizado por: Laia Galí HR.

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