Capítulo 15: Ella

 


Me despertaron tirándome un jarrón de agua congelada, casi me ahogo por eso, grité pero no pronuncié nada importante. Reconocí la habitación, era muy parecida a la jaula, pero la diferencia era que una chica muy hermosa, estaba a mi lado, de pie, con los ojos azules y el pelo ondulado hasta la espalda moreno. Era una preciosidad de mujer, parecía haber despertado en un sueño, me moví para estar con ella más cerca, pero no podía, me di cuenta de que me habían atado de pies y manos en la camilla.

-          ¿Qué es esto? ¿por qué estoy atado?- dije.

La mujer se agachó se puso tan cerca que parecía que me fuese a besar, me detuve sorprendido y me quedé observándola. Abrió la boca y en cuanto vi sus dientes como alfileres, grité.

-          ¿Quién eres?- le grité intentando apartarme de su cara, pero con la otra mano me agarró de la nuca y me acercó a ella, no quería que me besase.

-          Si… serás un buen espécimen… para mí…- susurró convencida de cada palabra que pronunciaba.

Su voz era dulce, pero sus dientes aterradores, no entendí sus palabras, pero recordé lo que me había ocurrido para terminar allí.

-          ¿Quién eres?- le pregunté.

Siguió esquivándome las preguntas, al mismo tiempo que me bajó los pantalones y se subió encima de mí. Esa mujer tan diosa, se introdujo mis genitales en los suyos y empezó al ritmo como dos salvajes. A pesar de que sabía que me estaban violando, el rostro de ella parecía que hubiese subido al Olimpo. Su ritmo era frenéticamente excitante que me dejé llevar por los orgasmos que me hacían volver a creer en la vida en la Tierra, veía los amaneceres más hermosos y los lugares más remotos del planeta, que jamás había visto pero parecía estar allí. Hasta que todo terminó, me dejó agotado, ella se bajó de mí tras dejarme gozar dentro de ella, me acarició la mejilla.

-          ¡Este es para mí!- dijo con seguridad, miraba hacia al otro lado, miré y había dos mantis en la puerta de la jaula, uno de ellos se acercó.

-          ¿Qué van a hacer?- dije sin aliento, estaba demasiado agotado para seguir hablando.

La mantis rompió la camiseta y con la uña de una de sus manos o pinzas, apretó la piel, me dolía y grité, vi sangre, cuando la chica con un punzón empezó a gravar algo en la piel, grité de dolor. Al terminar, se le veía satisfecha.

-          ¡Cambiadlo a mis aposentos!- ordenó a las mantis que acataron sus órdenes.

Las mantis me agarraron y me sacaron las cuerdas que me ataban a la cama, no podía caminar de lo agotado que me sentía, no recuerdo más que solo me desmayé del dolor al salir de la jaula…

Canalizado por: Laia Galí HR.

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