Capítulo 11: Microchip
Aquella cosa metálica parecía un gusano que se movía,
incluso pensé que quizás era una especie de robot, pero estaba demasiado bien
hecho como para ser obra de una especie inteligente.
-
¿Qué es esto, Jine? ¿lo reconoces?- le pregunto
-
Oh no…- susurra, al mismo tiempo que se aparta,
como si le tuviese pavor.
-
¿Qué cojones está pasando? ¡Explícamelo!- le
exijo.
Pero ni puto caso. Se quedó allí, como si fuera algo mucho
peor, yo simplemente me encuentro tan asustado que también me aparto. En ese
momento, Jine se acerca y me da un empujón para terminar de morros en el suelo
al lado del bicho ese que parecía que buscaba de nuevo una forma de volver a
entrar en mí. Jine me sujeta la cara, pero yo intento resistirme, sin
conseguirlo.
-
¡Eh, no!- grito pero sin conseguir nada.
-
¿Qué quieres de nosotros exactamente?- me
pregunta su tono es violento y muy agresivo.
-
Jine ¡Qué dices! ¡no entiendo nada! ¡Déjame!- le
grito pero no cesa.
-
Si has escupido esto, es que tienes más. Son
micrófonos. ¡Nos están espiando esta gentuza!- confiesa.
-
¿Cómo?- se me escapa.
Jine me mete los dedos en la boca e intenta que yo vomite,
no lo consigue al principio, pero luego tengo muchas ganas y saco otro bicho
igual, y así hasta diez. ¡Qué asco! Luego me separa la cara de ellos, y antes
de que pudiera decir nada, con el zapato que me quita del pie derecho, empieza
a pisarlos con fuerza para romperlos en miles de trozos. Mientras que yo recupero
mi estabilidad, me duele mucho el estómago, de hacer tanta fuerza, pero tengo
miles de millones de preguntas en mi cabeza que no me dejan vivir en paz. ¿Micrófonos?
¿En serio?
-
¡Bingo!- susurra Jine.
De entre los trozos, recupera una especie de microchip
cuadrado que se lo guarda en la mano y me lo muestra.
-
¿Qué es eso?- pregunto.
-
¡Sh!- me manda.- esto es la pieza que me
faltaba, y como tú estás conmigo, no tengo más remedio que muéstratelo. Sino… ¡eres
hombre muerto!- dijo.
-
Muéstrame… ¿el qué?- le dije.
Jine se colocó el microchip en el dedo índice de su mano
izquierda, me ofreció su otra mano, le agarré.
-
Cierra los ojos y respira profundamente. Intenta
no soltarte, para no romper la conexión ¿de acuerdo?- advierte.
-
Ok.- contesto.
Hago lo que me pide. Un silencio nos invade. De repente noto
como si mi corazón fuera a estallar y mis venas que riegan mi cuerpo a través
de la sangre empiezan a hervir, de tal forma que me molesta, pero recuerdo que
no puedo perder la conexión y de alguna forma me aguanto.
Un Sol gigante gira en
un universo inmenso, haciendo girar así sus planetas alrededor…
No puedo llegar a comprender qué habían sido esas imágenes que
había visto, pero me siento extraño.
El lugar dónde vives
ya es historia. Ahora solo existes como universo. Tú eres el universo y a
través de tú cuerpo, haces que todo gire a favor o en contra. Eres el universo
de tú propio cuerpo y con ello, tus recuerdos, son monumentos que tus neuronas
adoran, tus órganos construyen y tus células simplemente son. Tú universo es tú
templo sagrado, que conecta con otros universos…
Empiezo a sentirme aún más extraño, había olvidado por
completo dónde me encontraba, ya ni reconocía si seguía en esa celda o flotando
en el universo, pero esas imágenes me hacían sentir de alguna forma muy pequeño
pero libre de mí mismo.
-
¿Qué son estas imágenes, Jine?- le pregunto.
-
Estamos viendo lo que nos rodea, fuera de esta
nave. Lo que ves, es el universo y nosotros ya no estamos más en la Tierra. Nos
encontramos en una nave en medio del Universo, en algún sistema planetario
lejos del nuestro.- dijo.
-
¿Por qué?- pregunto.
-
Llevo tiempo intentando averiguar a dónde nos están
llevando, pero estos microchips tienen una historia en común. Pero también cada
uno, puede retener información extra, así que a ver si de alguna forma,
llegamos a encontrar alguna pista más.- dijo.
El laboratorio de la
nave era casi igual a un laboratorio convencional conocido por la Tierra. Mis
conocimientos científicos pueden encontrar algunas muestras de sangre, de piel
y de otros tejidos que no logró identificar. Esas probetas tenían como un
líquido verdoso muy asqueroso, pero al ver que en el laboratorio había un
hombre de cincuenta años, con barba gris y pelo largo liso hasta los hombres, y
unos ojos azules que estaban ocultos detrás de unas lentes de protección.
-
¡Marco!- susurró Jine.
Canalizado por: Laia Galí Garcia.
Comentarios
Publicar un comentario