Capítulo 4: El Enfermo Imaginario
-
- Te has preguntado ¿Por qué el robot no quiso
matarte cuando te encontró la primera vez? ¿Por qué no lo hizo cuando podía
haberlo hecho? Y en vez de eso, te mantiene con vida y te ayuda a sanar tus
piernas. – dijo Jine, su discurso era apacible y lleno de matices, así que le
dejé continuar – ellos te quieren con vida, independientemente que tengas las
piernas dañadas, ellos solo quieren tú vida.- terminó.
-
¿Por qué? ¿Cómo puedes estar tan seguro?- le
pregunté
-
Llevo dos años aquí encerrado, ¿y crees que yo
tenía este aspecto cuando llegué?- le miré de arriba abajo, parecía que sí,
pero sus palabras decían todo lo contrario.- Yo era como tú.- terminó.
No me creí lo que dijo, de hecho me quedé observándolo
intentando descubrir algun indicio de humano en su rostro, pero no obtuve
ninguna pista, así que pensé que me estaba tomando el pelo o el poco pelo que
le quedaba en la cabeza a él.
-
¿Dos años? ¿Sin intentar escapar?- le pregunté,
mi tono de voz parecía esnob e insignificante pero no me creí que fuese tanto
tiempo.
Jine solo lo confirmó con un gesto con la cabeza. Entonces
un silencio nos visitó, él se arrastró hacia la cama, por lo que se veía sus
piernas tampoco le respondían como debían, eso ya era demasiado sospechoso.
-
Maldita anestesia… voy a estar así todo el día,
quizás en menos pueda mantenerme en pie…- comentaba como si quisiera ser
escuchado, pero solo lo observé, como intentaba ponerse en pie con la ayuda de
la camilla.- intenté escapar muchas veces, pero es imposible, ¿a dónde puedo
ir? Si salgo de aquí, puedo morir a los pocos segundos, y no lo digo por ellos
que seguramente que volverían a capturarme de nuevo, sino porque estamos en un
platillo volante, perdidos en medio del espacio. Si salimos al espacio, solo se
verá esto…- mostró con sus manos una explosión de la cabeza.
Mi respiración se me cortó al escuchar que estamos en el
espacio, en un platillo volante. Legos de casa. Legos de Leonor. No fue hasta
ese momento, que empecé a preocuparme por ellos ¿estarán aquí? Deseaba que no
lo fuera, pero no tenía ni puta idea. Entonces, recordé con mayor detalle lo
ocurrido esa noche, durante esos días había sufrido una especie de amnesia, no
recordaba mucho los acontecimientos recientes, debido al golpe en la cabeza
contra el suelo, pero solo deseaba que mis amigos se escaparan de alguna forma.
-
¿Sabes qué es este lugar exactamente? Antes has
dicho que éramos pacientes, ¿Esto es un hospital?- le pregunté.
-
No, no lo es. Porque los hospitales curan a
enfermos, no abducen y luego hacen experimentos con nosotros. Pero somos
pacientes, esta es la ala de recuperación, en cuanto vuelvas a caminar, lo más
probable es que te trasladen a otra ala, para ser el sujeto de experimentos de
ellos.- contestó Jine con sinceridad, parecía que había dejado de tener ganas
de vivir, lo entendí.
-
¿Ellos?- se me escapó, me sentía el niño listo
de clase que no para de hacer preguntas al profesor, no quería incomodarle más,
pero tampoco lo podía evitar.
Pero Jine no quiso contestarme, se le escapó una ligera
sonrisa y decidió quedarse en silencio, no parecía que iba a contestar más
preguntas, así que cambié de tema.
-
Sabía que tarde o temprano terminaría aquí.-
Jine me escuchaba con atención.- cuando empezó la invasión, tuve que dejarlo
todo y proteger a mis familia y a mis amigos, porque no quería que les pasara
nada, y de algún modo sabía que tenía dos opciones, o terminar aquí o pegarme
un tiro en la cabeza. – hice una pequeña pausa para agarrar saliva.- pero
¡ojalá hubiera usado la segunda opción! – dije.
-
Te entiendo. Yo tengo una hija, es lo único que
me queda. La dejé cuando me capturaron y no he vuelto a saber nada más de ella.
No sé si está viva o muerta.- Jine se le cortaba la voz, su historia también me
giró el corazón.
-
Ambos tenemos algo por qué luchar…- le dije para
ser algo positivos aunque la situación no acompaña.
El silencio volvió a aparecer. Pero fue violado por un
estruendo que me saltó el corazón. El ruido venía del pasillo.
-
¿Qué es eso?- pregunté.
Jine se abalanzó hacia a mí, porque me quería arrastrar
hasta los barrotes, pero me puso su mano encima de mi boca y me obligó a callarme.
Canalizado por: Laia Galí HR.
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