Capítulo 1: Se Acabó La Esperanza



En plena oscuridad suenan las sirenas, otra nave más viene a atacarnos, la alegría desaparece entre los compañeros, porque ese sonido significa que quizás no vuelvan a ver la luz del Sol, nunca más. Estábamos de celebración, era el cumpleaños de Leonor, la chica más guapa que jamás he conocido, se suponía que esta noche iba a ser diferente, pero ¿qué se puede esperar cuando Gaia está en guerra contra el universo? 

-          ¡Vamos, escondeos! ¡No hay tiempo!- les grito.

Entramos todos dentro de una cueva en la montaña, cerca está nuestra querida ciudad dónde hemos crecido. Esa iba a ser la última vez que la veíamos brillar con sus luces, cuando todo era paz. Las naves rápidamente arrasaron la ciudad, se escuchaban los gritos estremecedores de nuestros queridos hermanos, padres, amigos y niños… una noche más, estaríamos débiles, pero nosotros decidimos irnos antes de que fuera demasiado tarde, el planeta entero está casi en la muerte, bajo la dominación de una raza muy hostil que les llamamos nosotros la Corporación.

Habíamos tomado la decisión de que seis de nosotros, intentarían salvarse viviendo de nuevo en las cuevas, para poder así garantizar que no todos estaríamos muertos o peor, capturados. Ese día, ya era la tercera vez que celebrábamos el aniversario de Leonor, sin apenas poder dormir o celebrarlo como se hacía antiguamente, y ya tenemos 18 años. 

-          Abrázame fuerte, Álex… solo así no pareceré una simple huérfana.- me dijo Leonor.

Caminé hacia ella y la abracé, ella se quedó acurrucada entre mis brazos, sin poder dejar de ver como la ciudad entera entraba en llamas y no quedaba absolutamente nada, porque de repente se hizo el silencio. Todos nos quedamos así, observando la destrucción de nuestros hogares mientras que nuestros corazones no aguantaban esa ruptura, a nadie se le ocurrió decir nada, tan solo las lágrimas lograban tapar el silencio. Noté como mi antebrazo estaba mojado por las lágrimas de Leonor. Sofía y Eudel seguían pasmados observando a nuestro lado, los dos hermanos se habían salvado, pero mis padres y los de Leonor, ahora estaban en la luz. 

Las naves abandonaron el cielo y el peligro había cesado por un tiempo, así que dejé a Leonor con Sofía y me dispuse a investigar la zona con Eudel. El refugio dónde nos habíamos metido era una antigua cueva, dónde jugábamos de pequeños. Tiene rocas grandes cerca de la entrada y eso la hace más segura, para los intrusos de a pie. Mientras que saltábamos las rocas para ir a inspeccionar, el silencio ya empezaba a ser aburrido.

-          Tendremos que ir a ver si habrá habido algún superviviente, en cuanto amanezca.- le dije a Eudel.

-          ¿Tú crees que alguien habría sobrevivido a un ataque como este?- preguntó asustado y preocupado.

-          Quizás. Pero sé que lo que estoy diciendo es más una locura, que una verdad. Pero tenemos que ir de todos modos.- le contesté, intentando mostrar seguridad, aunque había que reconocerlo, yo también tengo miedo.

-          ¿Y si vuelven?- preguntó Eudel.

Me giré para mirarlo a los ojos, aunque en la oscuridad poco se podía ver, intuí que sus ojos estaban vidriosos, a punto de llorar otra vez. 

-          A veces se me olvida que tienes solo 16 años y que al igual que yo, lo has perdido todo, excepto alguien importante…- comenté sin juzgar.

-           Fue idea tuya escapar…- él sí que me juzgó.

-          ¿Escapar? ¿crees que esto que estamos haciendo es escapar? – le dije.

-          Si.- contestó inseguro.

-          ¡No, por supuesto que no lo es!- le dije.- Si lo fuera, ya estaríamos mucho más lejos, ¿no lo crees?- terminé de decir.

-          Entonces ¿Por qué seguimos aquí?- preguntó Eudel, curioso tal y como lo recordaba.

-          Por la misma razón que tuvieron nuestros padres al decidir quedarse en la ciudad. Para encontrar la forma de frenar esta guerra, sin el uso de la fuerza, solo de la inteligencia, mi querido amigo.- contesté.

La curiosidad me invadió tantísimo que en plena oscuridad vi como una roca que estaba un poco lejos de la entrada se había partido en dos trozos y los minerales de dentro empezaron a brillar en un azul tan intenso que me quedé alrededor observando. 

-          ¡Álex!- gritó Eudel.

Me giré y vi como estaba observando con la mirada de terror algo que había detrás de mí, me giré y entonces lo vi. 

-          ¡Corre, Eudel!- le grité y Eudel hizo caso.

Me quise girar pero el ser que iba armado me disparó y solo recuerdo que de pronto la oscuridad me atrapó.

Canalizado por: Laia Galí HR.

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