Capítulo 18: Pintura Fresca

En el tercer día ya no sentía el dolor, sabía que estaba un pasito más cerca de la muerte, de la ansiosa libertad por lo cual estaba dispuesto a pagar lo que fuese por ser mía y de nadie más. Libertad, dulce y apacible victoria. Quería morir, pero ya me había callado tenía que responder, si lo hacía moriría. - ¡Suficiente!- gritó esa mujer de armas tomar y los látigos cesaron. ¡No, no quería parar! Pero no me quedaban fuerzas, me había pasado dos días sin apenas poder descansar, pues el dolor me mataba, y ahora era el elixir más sexi que jamás podía desear. - ¡Desatadle!- ordenó. El de la máscara de cuero dejó el látigo y se acercó para desatarme del potro, mis manos bajaron sin fuerzas para estar tumbado en el potro. Apenas podía respirar, pero intenté emitir cualquier ruido, pero no había suerte. - ¡Llevadlo a la recamara!- ordenó la mujer. Tamp...